Están hablando de Cronothopía:

jueves, 26 de enero de 2012

Las Soledades del Dr. Emmerson







                              "Aplastamiento de las gotas", Juan Yanes

                                                     "Sólo salgo para renovar la necesidad de estar solo."
                                                                                                                    Lord Byron



   Emmerson vivía solo. Al hombre le gustaba cuidar celosamente aquella soledad en la que estaba inmerso. Que -ya es demasiado compartir el piso con Emmerson- rezongaba para si mientras mascaba un chicle de nicotina. De haber podido se hubiese separado de sus otros “yo”, en más de una oportunidad se cansó de si mismo; pero ahí estaba esa tarde, en su apartamento, una vez más, tan solo y tan acompañado.
  A través de la ventana central, que cubría todo un lado del living, la lluvia lo esperaba estriando con sus dedos invisibles y fláccidos los cristales, desde el otro lado parecía llamarlo; él sabía que era tiempo ya pero, para su malestar, las piernas no le andaban como antes. Visto desde la calle, el rostro de Emmerson, se derretía nebuloso a través del ventanal y esas caricias húmedas parecían refrescar su sed de algo,  -y beber toda esa agua…- sabía él -…sería poca-.
  Al fin se decidió, saldría a caminar; y en ese preciso instante sintió su ropa empapada, sorpresivamente recordó que venía de hacerlo y así, sin  más, quedose mudo y quieto por largos minutos.
  Cuando volvió a darse cuenta que pensaba, el puro que humeaba en su mano izquierda le quemaba los dedos, el güisqui que sostenía con la derecha había devorado el hielo y Emmerson olvidó nuevamente lo que pensaba. De repente, una nostalgia gris y plúmbica le pesó a los hombros, se sintió solo, cansado, tan cansado que no pudo levantar la vista de la calle; para el pobre infeliz aquel cansancio era de años arrastrando su propio cadáver; ver la lluvia, de alguna extraña manera, le tranquilizaba. Alguien desde la acera de enfrente lo saludó, Emmerson, se reincorporó con entusiasmo y respondió el gesto; le sonrió con la elegante inercia, que adquieren los caballeros de modales distinguidos con los años, el otro continuó su camino; entonces Emmerson derrocó la débil sonrisa de su viejo rostro y continuó inmóvil, apoyando ambas manos sobre el cristal empañado, posó su frente también, siguiendo de reojo al caballero que finalmente vio perderse en la oscuridad de la calle. El peso de su nostalgia se mecía al compás de las gotas que rompían al cristal, bajó su mirada y la cuerda que lo sostenía a la realidad se cortó de nuevo.
    Emmerson caía desde la segunda planta al empedrado de la acera, la caída duró un par de segundos, aunque para él pasó toda una vida cayendo. Y tanto que así lo era. Su cuerpo contorsionado y plano a la forma del impacto, parecía una mancha de alquitrán esparcida amorfa en el suelo. Se lo veía muerto, tan muerto y tan solo.
  Alguien golpeó la puerta de su apartamento en aquel momento. Claro, Emmerson ya no estaba. – No abriré – pensé, siempre llega en estos momentos. Dos vueltas de llave y sus ecos metálicos me cortaron como espadas el aire, corrí a esconderme en el espejo del living.
  Era él otra vez; me había visto, tengo la certeza que me vio. Por qué caminó escurriendo agua hasta donde yo estaba. Volteó hacía mí; me miró a los ojos, hice lo mismo, nos quitamos el sombrero a la vez, nos sonreímos a medio labio, tan lejos, tan cerca estábamos, que nuestra respiración nos empañaba el rostro;
nos tocamos las yemas de los dedos, de un lado al otro del espejo. Luego se alejó, sacó de la vitrina de los licores su güisqui preferido, encendió un habano y se dirigió a la ventana. Saludó al Emmerson que lo había saludado desde la calle. Y estoy seguro que imaginó su muerte, silenciosa e insignificante, solitaria e ineficaz, su cuerpo cayendo dos plantas desde la ventana.
  Al rato salió del apartamento, como si olvidara algo fuera. Al cerrarse la puerta se escucharon sus pasos sumergiéndose en las profundidades de la escalera. Salí del espejo y como siempre, desde la ventana, esperé a que pasara por la calle de abajo el honorable Dr. Emmerson, que cordialmente me saludaría, antes de diluirse en las soledades de la noche.


Thatto Vüdou   (13/09/2008 - Fuengirola, España)
 

lunes, 23 de enero de 2012

Fagocítizen, la ciudad de los que nacen muertos. (Adelanto)

                                 "Poussin in Hell", Peter Witkin

"Un hijo de Judas y la fe de Matilde dan a luz a su primogénito, quien por nombre tiene el Engendro del Olvido."Algunos aseguran que también le llaman "Narciso, el Vacío"; pero a estos, claro está, no deberíamos tenerlos en consideración, tienen maldita la memoria. Como sea, esto es de su autoría, créanme que el anonimato es su firma mas legible.

   Ahora que tengo mi tapado de piel de Judas que abriga la ausencia del abrazo y tengo esta mirada que solo ve miedo donde mira, y estas manos que cansadas de estrujar pañuelos buscan el cuello de los cisnes blancos, para que los negros  sean ley; ahora que se reveló el odio en mí como una bestia descarnada, con las costuras de un corazón del revés; ahora que sí está vacío donde reinaba la oscuridad y acechan los silencios en el vuelo mudo de lechuzas que cazan lenguas serpenteantes en esta noche eterna; aún vibran en el parqué el crujir de estos huesos rotos al caer  y el reventón de este corazón que, como bolsa de sangre sin herencia, me arranqué para probar que sí se puede vivir sin amor.
 Están firmes mis puños que conocen de muros y buscan ciegos los espejos que descubran donde estoy. Quiero arrancar del mundo mi imagen, borrar de las memorias mi existir, asesinar a los que me conocieron. Que no haya testigos, ni escena del crimen; si presionar el botón rojo pudiera lo haría sin culpa ahora mismo, lo haría por lástima. Quiero odiar sin remordimiento, odiar por odiar a todo y a todos, que lo que toque se quiebre, se rompa, se caiga, llore y sangre; quiero merecerme este infierno, quiero ser el Mesías de los Canallas. Que me ardan los ojos cada vez que se me revele la belleza, quiero ser la carnada inerte de la muerte, que el temor que me tengan guarde mi soledad incorrupta; que lágrimas como diamantes rajen mis ojos al salir, que el dolor valga la pena ser llorado.
 Busqué todo, esperé todo, y lo soñé, lo creí; tuve fe, la tuve toda y ahora la caída es infinita, no hay fondo. Moriré esta noche en el aire, precipitándome hacía la nada en este todo incierto, respirando las últimas palabras de mentira. Lo haré como el pez que trata de tomar aliento de vida fuera del agua, sin hacer más que morir indignamente. Juego a aguantar la respiración, juego a besar la muerte, a morderla y tragarla a bocanadas; nacemos solos y solos nos vamos, mientras tantos jugamos a no estarlo. Soy un pobre idiota que sabe su condición. Todo lo que viví es mentira, el pasado lo es, solo el futuro existe y jamás nos pasa. Todo es un espejismo, un engaño a los sentidos, somos la reducción de lo que no somos, todo lo que anhelamos nos resume y nos limita a lo que somos que por supuesto nunca es suficiente.
Hasta que al fin llegó, como llegan los ladrones, sin hacer  apenas ruido; no sabía que quería hasta que lo encontró, era un  corazón enorme que latía en el aire; y lo oyó, lo vio, se acercó demasiado, lo tocó aunque decía en grande no tocar, como un niño jugó con él, lo apretujó, lo probó, lo arrastró por el suelo con su cordel hasta que este dejó de latir, entonces con aburrimiento y decepción lo abandonó en el suelo, dio media vuelta y se fue a buscar algo, otra cosa, que aún no sabe que es...
 "Eperdu, via luminousinsec", Peter Witkin.

 ...la certeza es el futuro de la duda; la certeza es plena, está quieta y desnuda, su piel es mineral, su corazón también es piedra. La duda me lleva, me dilata y me contrae, la duda es vida, la duda late. Todo es duda y es la fe su hija pródiga, ella nos lleva, nos trae, nos marea por el mundo y el tiempo; la fe hace futuro, nos hace ser y querer ser, la fe es la amnesia de muerte. Creemos y queremos creer que no hay más que vida y eso nos da la “certeza” de que no estamos muertos. Siempre hay espejismos uno tras otro, donde miramos todo es ilusorio; esto es muy conveniente para hacernos el viaje llevadero, hasta que de pronto la verdad nos cae encima, nos aplasta y nadie en este mundo de sordos puede oír nuestros ahogados gritos clamando auxilio.
  Miro a los niños, a los lunáticos, a los creyentes y espero con mis visceras se mantengan inocentes de toda esta mierda mientras vivan, la ignorancia nos hace irresponsables de lo que somos y de cierta manera da un bienestar parecido a lo que cualquier romántico llamaría felicidad. Ya no hay mujer que yo busque, no hay hijos del futuro; solo vine, solo me voy, silbando bajito por la calle Arenas en la dirección opuesta en la que nos conjugamos una vez Ella y yo. Tanta belleza desperdigada como simientes de engaño solo nos distrae de lo que realmente somos. Estamos en este corral de matadero esperando el turno para salir donde creemos seremos libres, el destino es el matarife de turno. El arte es la manifestación estética de la gran mentira. No es una amenaza, si pudiera hacer que esto pare lo haría por compasión, por lástima. Nadie salva ya, Nadie es el ser redentor, ese es mi Dios, Nadie. Por qué no hay nada en que creer que salve; estamos irremediable y fatalmente solos, por siempre, no somos más que un puñado de carne sin cadena de frío ni biografía que se descompone en el tiempo. No nos tenemos ni a nosotros mismos, somos para nosotros ese perro que llamamos llorando cuando estamos solos y tristes y aburridos y que nos da la espalda para irse en otra dirección moviendo su cola que dice “NO”. Si te dicen vengo a salvarte ¡¡MENTIRA!! ¡Nadie te salva! Estás solo, desnudo y temblando; eso nos hace tan sociables, el miedo a soportar tremenda verdad que es la suma de todas las mentiras. Hoy creo en la guerra, sé la guerra, es sincera, espontánea, es matar o vivir, es ambas cosas; el hombre es así. Soy una hormiga a la que le cayó una gotita de pintura encima, estoy marcado, haga lo que haga, lo que nací para ser/hacer o no, estoy marcado. ¿Alguien podría probar que me equivoco? Jajá, para hacerlo tendría que vivir todos los días de su triste vida repitiendo su “certeza”, cosa poco probable. La inestabilidad, la inconstancia innata es la prueba, nada es para siempre, todo cambia, no somos más que nada y ni siquiera eso es para siempre, nos adaptamos para vivir y debemos negar al de ayer, mentirnos es esencial para tolerar el éxodo de lo estable. Así y todo somos siluetas desenfocadas de la misma imagen. La tristeza es un puñetazo de realidad.
Hoy hablé con alguien que está conmigo como yo con Ella (Ella es el ideal que lucha contra toda mujer que se me acerque, destruyendolas a cada una sin compasión) y ¡que revelación! A esta joven le dije lo que pensaba acerca de estas cosas, le pregunté por qué aún creía, por qué esperaba y por qué aún tenía fe, esperanza en que quizás  mañana todo estaría bien conmigo ¡¿todo estaría bien?! Y mientras ella me respondía con todo el optimismo ingenuo que se puede tener, yo, yo ya sabía que no volvería a besarla; tenía la certeza en el mismo tiempo y espació donde ella tenía la duda que la hacía creer; yo era el futuro de su desengaño, ella el pasado de mi fe. No niego que me gustaría que las cosas sean tan simples como para que coincidiéramos en el amor y que todo esté bien, pero no es así, no funciona así. Sin embargo ella insistía con su fe ¿Qué lleva  a la gente a esperar con tanta terquedad que, por un derroche de energía focalizada en un objeto de deseo, todo funcione de mil maravillas? Eso me confirmó empíricamente que no debía esperar nada de la otra, de Ella, por que sería igual de ridícula mi ilusión, que es directamente proporcional al desengaño. Desencuentros, todo es así hasta cuando no lo creemos, solo hay una alquimia posible, todo se hace mierda tarde o temprano; nosotros, el mecanismo mas evolucionado de este planeta solo hacemos mierda, mucha mierda, que vale su peso en abono; quizás nos hagan descuento para nuestras coronas de flores. Nos fagocitamos los unos a los otros con furia voraz. Somos caníbales espirituales que necesitan devorar corazones, esto nos da la fuerza para continuar un tironcito más. Hay quienes producen el amor, hay quienes consumen a estos primeros, hay también quienes depredan el amor y hay quienes lo descomponen; todos dependemos de ese amor para vivir, pero todos nos comemos unos a otros para mantenernos vivos. Sino todo sería una orgia, nos amaríamos corderos y lobos y nos moriríamos de hambre, el amor no engorda. Ya no creo que seamos ese fluir idílico, un bello film de cine independiente de tintes Beats o Indie, nos gusta creer eso; pero mas bien somos una triste fotografía de la muerte. Todos somos parte de un gran álbum de fotos viejas olvidado en algún rincón del universo. Hoy solo quiero que mi nombre muera en la boca de una prostituta; ya entregué el amor a Babilonia para que sea corrompido; me siento seguro en mi abrigo de piel de Judas, hoy no temo decir estas cosas.
¿Hoy habrá alguien que después de leer esto aún quiera besarme? Lo dudo, de todas formas ya vienen centuriones a apresarlos; y este (quien les escribe) será mañana el asesino que esta noche mate, mientras duerme, al de hoy. Mi suerte también está hechada.


 
"Sacristan", Peter Witkin.

Thatto Vüdou  (13/08/2011 - General Alvear, Mendoza)

miércoles, 18 de enero de 2012

A la Virgen del Olvido

    
                              Ilustración por Egon Schiele (gracias por dejarte robar)      
              


 En todo este tiempo estuviste latente. Como las estaciones duermen en el silencio de la tierra para volver año tras año, irremediablemente, y traer consigo algo nuevo que es casi idéntico a lo que ya pasó. Como el futuro que recuerdo cuando sueño. Se conjuga el tiempo en dos o tres instantes de mi vida en los que, más allá de este cuerpo (que empezará a arañar la vejez con más violencia en breve), vivirán esa vez y para siempre en el universo, flotando como una pelusita que alguien sacudió de su hombro hace cada vez más años. En una de esas pelusitas viajamos los dos. Todo lo que espero debe parecerse irremediablemente a lo que pasó, si fue con vos, claro. El futuro es una caja de cartón donde buscamos los juguetes perdidos en la niñez. La vida se vuelve cada vez más insoportablemente real, el juego se torna difícil y hasta cruel, las distancias son mayores, los tiempos más cortos. Las noches duelen, y el día es siempre la víspera de algo que nunca llega, y nos vamos diluyendo. La metamorfosis inversa comenzó, quiere hacerse con nosotros, y quiebra nuestras antenitas, raspa el polvo azul de nuestras alas, y nos envuelve en la rutina, en el cansancio; los días se parecen a los caprichos de un crío que juega con la llave de la luz. Pero vos seguís ahí, eso corta los sedosos hilos que quieren hacer de mi un capullo, luego una lenta, gris y aburrida oruga; quieren hacer conmigo la apócrifa estátua de mí mismo. A veces me salva la vida y vos, los colores, las nubes, el dulce de leche, y una casita de madera; y los caramelos media hora, árboles, flores, muchas flores y Miles Davis y Hesse y la gente linda, los míos y los tuyos; y el pan casero y agua y luz por todos lados y fotos, me salvan los dias que nos inundan como una represa que rompe el tiempo; y más fotos, libros, cuentos, y niños y juguetes y hamacas y hierba bien verde y mariposas y besos y pestañas que hacen cosquillas y pájaros, y mar; y cerro. Y vos. Y yo. Y la vida; y mas agua, y mas flores y más música y el hierro rindiendose al pan y el cemento arrodillandoce a la vida y tierra fértil y no más esperas y no más búsquedas, y un portaretrato con marco de plumas perladas y hojas secas; y el mundo encuadrado, resumido en ese instante: en una foto bien enfocada que huele a naturaleza, donde nos revolcamos juntos, y en la que nada de lo que amamos está fuera de plano. Así creo, son las instantáneas que guarda en su álbum Dios.
  Acá son ya las 2:05 de la madrugada, me cuesta irme a dormir, últimamente me turban malos sueños y la cama siempre está tan fría. Releo y releo tu último mensaje, te busco entre esas palabras, las hago a un lado como si buscara un anillo perdido en la maleza, brillas de a poco y te esfumas de nuevo entre tantas dudas. Hay mucho tiempo entre nosotros y mucha ausencia encarnada. Te confieso, Virgen del Olvido, que guardo una hoja en blanco que lleva escrita, a la altura del corazón y en cursiva legible, la palabra soledad (con tinta que riega venas). ¿Será nuestro destino el del "cervatillo almizclero", el de "Los dos que soñaron" o el del poeta que va tras los versos que le persiguen?
  He visto otra foto nuestra, está en una de tus cámaras, recuerdo el momento como si fuera mañana: acomodaste, acomodas, o lo harás, el trípode en una esquina de la habitaciòn, junto a un ventanal por el que entraba una luz lechosa y algo rosada, apuntaste el objetivo hacia la cama, la cortina se hondeaba levemente por la brisa que venía de la calle, estoy seguro que olía a asfalto empapado por una lluvia de verano, de esas que tanto te gustan. La cama era grande, tanto que entraban en ella todos los sueños, de todas las noches que nos quedan. Las sábanas habían estado blancas y tan muertas como salinas, hasta esa tarde; ahora tenían los colores de tus oleos y arrugas empapadas por el sudor de nuestros cuerpos y el sabor del chocolate derretido y el olor de tu cuello y el de tus hombros y el de mi nuca, había ropa interior sobre una botella de Merlot que guardaba un mensaje, y hojas arrancadas a un libro de Whitman entre tus piernas, estas aleteaban como una bandada de colibríes a punto de escapar de  tu pubis. Descansabas tu cabeza en mi pecho escuchando secretos que te contaban mis latidos, con tu mirada perdida en el reloj de pared al que habíamos prometido no ponerle nunca más pilas; y hablábamos del tiempo y yo te contaba historias y llorábamos y reíamos como dos locos desvariados, hasta que el flash de tu cámara nos encandiló y luego la tarde herida caía tiñendo la habitación, después la noche y más amor y el letargo y mi mano buscando en la oscuridad el fantasma de tu rostro y tu mano buscando en la misma oscuridad el fantasma del mío, y dos manos que se encuentran y se aprietan y se posan y descansan por que esta vez no hay fantasmas sino los cuerpos que proyectan a esos fantasmas, compartiendo la misma oscuridad. Y a un lado, en el cajón de la mesa de luz una postal desde el Río, bajo el Árbol de la Vida. Y nuestras respiraciones encontrando sus ecos en el silencio. El día de esa foto tu nombre no me raspaba la garganta, te llamaba de tan cerca, de tan cerca, que mis palabras sonaban a burbujitas de saliba estallando al roce de tu oido.
   Son ya las 2:35, al fin llegó el sueño, espero encontrarte esta noche a la vuelta de la esquina de mi cama, invitarte a dormir en mi boca y mañana, si hay un mañana, juntos llegar tarde al futuro.

Epitafio, que es a la vez introducción obligatoria  para una posible relectura.
  
   Tristán Sereno tira una piedrita, dibuja algo en el suelo, se ata los cordones y me mira con esos ojos grandes hasta la exageración, sus pupilas brillan pero no dice nada. El niño me ve partir de nuevo por la calle Arenas; en su perspectiva me diluyo a medida que la noche encarna al hombre que, entre tantas sombras, se parece un poco más a su propio olvido. Luego un rumor vacío, un eco casi silente, hojas secas, olor a asfalto, luces, bocinas; hay una búsqueda, una espera, un encuentro y un infierno gris y mojado; perdidos en algún espacio, en algún tiempo; se conjugó un eclipse y el sol le dice a la luna -es poco tiempo y no me alcanza para amarte-. Tristán Sereno ya no me ve, quizás me espere, quizás. Tal vez sin quererlo, esta vez, te busque a vos (que sos Ella) en la ciudad; por la noche te cruce y no te reconozca, tu paraguas roce al mío, nos traspasemos como dos fantasmas; me pienses, te piense y pensemos en que “se hace tarde y es tanto el amor”. Nunca alcanza el tiempo o el amor o ambas cosas. Después, como siempre pasa, nos tragará el mundo y escupirá nuestros nombres fuera de las listas de los que fueron felices. No me busques en las calles, en los sueños, en el google, el del facebook tampoco soy yo, pero acá estoy siendo un poco menos que el de mañana y un poco más del que mi niñez vio partir por la calle Arenas, antes que las horas y el cemento me hicieran mil pedazos.


Thatto Vüdou  (07/09/2010 - Málaga, España)